Por Edgardo Ayala
La guillotina está lista y el verdugo ansioso
SAN SALVADOR- Pese a que los medios, de nuevo escondiendo cosas, no lo han reportado en su debida dimensión, lo cierto es que en las entrañas de Arena –que ha dejado el poder, tras 20 años de gobiernos neoliberales –se da una sórdida batalla interna, que se extiende allende las fronteras del partido y alcanza otros linderos de la derecha.
La fotografía pública es que la cosa se está manejando bien dentro de sus filas, con madurez.
Ante la necesidad de plantear una renovación de la dirigencia del partido, tras la derrota sufrida en las elecciones del pasado 15 de marzo, el acuerdo es que se consulte las bases del partido en todo el país. Los miembros del Coena –la dirigencia – pusieron a disposición sus cargos, pero Rodrigo Ávila, el candidato perdedor de los comicios del domingo 15, que funge también como presidente de esa estructura, ha querido mantenerlos activos.
Los ex presidentes Alfredo Cristiani, Armando Calderón Sol y Francisco Flores coordinarán ese trabajo de consulta, en lo que se ha dado en llamar la Comisión Evaluadora. Todo muy tranquilito.
Pero por dentro, el partido, y la derecha en general, son un hervidero. Como esos burdeles semi camuflados del centro de San Salvador: desde la acera de enfrente parece una pacífica tiendita, pero adentro vuelan los envases, las mordidas y las patadas de kung fu.
No sería raro que haya una disputa tan grande. Más bien es lo que se esperaría.
Haber perdido el control del gobierno, que mantuvo por 20 años, tendría que causar un remolino de agrias recriminaciones y probablemente de acusaciones personales. No es cualquier cosa lo que han dejado ir, o más bien, que les fue arrebatado a fuerza de votos por la mayoría de salvadoreños y salvadoreñas:
Se ha acabado una forma de hacer gobierno que a Arena le encantaba, por la red de privilegios que se había urdido en dos décadas. Se les ha ido de las manos ese sentirse el dueño de este país de graves carencias. Eso debe doler. Como un garrotazo político en el dedo gordo del pie, multiplicado por 20.
Los dardos envenenados van tras Saca & Co.
Mario Acosta Oertel es un líder histórico en las filas del partido, aunque actualmente fuera de la dirigencia. Es un “arenero” de pura cepa, de los que han “sudado la camiseta”, como suelen decir, alguien que se metió al juego de la política de la mano del mismísimo mayor Roberto D’aubuisson, fundador del partido.
Él es de los pocos que han comenzado a soltar la lengua, y sus palabras denotan una rabia feroz: “Soy un arenero que está preocupado, triste y enojado”.
Agrega: “Creo que los culpables, o las personas que dirigieron la derrota, tienen que ser apartados de sus cargos, porque no podemos también venir y decir: “Miren aquí no ha pasado nada, esta es una gracia” ¡No es así! O sea, ¡claro que ha pasado algo! Y ese algo es que Arena perdió”, ha dicho Acosta al periódico digital El Faro.
Saca tiene un buen grado de responsabilidad directa en la derrota, dice Acosta. Se refiere a que el actual mandatario fue el que impulsó la candidatura de Ávila, con la idea de mantener el control del partido, pese a que aparentemente había mejores cartas en la mesa.
Pero no sólo se trata del mandatario. Hay más gente. Pero Acosta dice que aún no quiere pasar a la fase de hablar con nombres y apellidos.
Lo que tocaría a continuación es el hacha, la guillotina, el descabezamiento de la cúpula que ha llevado al partido a su derrota más estrepitosa desde su formación en 1981.
“¡Creo que ya basta! Lo que todos hemos estado pidiendo –y hablo en nombre de un montón de gente —es que las cosas no pueden seguir iguales. Es que seguir iguales es un fracaso a futuro”, agrega, en la misma entrevista.
Acosta arremete también contra la Comisión Avaluadora, porque sería como que los perdedores se evalúen así mismos. O como dice el ex ministro de Hacienda, Manuel Enrique Hinds: Arena está procediendo como una empresa que le pregunta a sus vendedores, no a sus clientes, si los vendedores que han fallado en vender son buenos.
“Hasta un niño puede ver con transparencia los grotescos conflictos de intereses que plagan ese arreglo (de autoevaluarse)”, ha escrito Hinds en El Diario de Hoy.
Y continúa: “El Presidente Saca está buscando lograr con su derrota lo que no logró por a victoria: perpetuarse como líder de Arena para blindarse, controlar el partido y ser el candidato a presidente en 2014”.
Ante las demandas de descabezamientos, de limpieza interna dentro del partido, Ávila se ha parapetado: “No hay nada que limpiar”, aunque dejando entrever que la renovación dependerá de esa consulta tan agriamente criticada por Hinds y Acosta.
En tanto, Calderón Sol ha afirmado que, en un eventual relevo, habrá que darle más espacio a cuadros nuevos, jóvenes, aunque ha aclarado también que “la experiencia es valiosa y tenemos que escuchar a los líderes históricos”.
La casa de los corazones rotos
El trauma en Arena y en toda la derecha es grande. Acostumbrada siempre a las victorias desde la primera vez que el partido llegó a la presidencia, de la mano de Alfredo Cristiani en 1989, le debe estar pasando lo que le pasó a la leyenda del boxeo Sonny Liston, que tras una serie de triunfos impecables como campeón mundial, se enfrentó en 1994 al joven Cassius Clay, y mordió la lona.
El bando de los perdedores es grande y variado. Los más visibles son Ávila y Zablah y todo el equipo de campaña, además del propio Saca, como ya se apuntó.
Especial mención tendría el equipo de campaña. Arena lució poco creativa. Recurrió a las viejas tácticas que –hoy les ha quedado claro –no siempre funcionan y hasta pueden resultar contraproducentes.
Remachar una y otra vez con el estribillo del anticomunismo, en todas las elecciones, fue un recurso que, tarde o temprano –y eso ha llegado ya —terminaría hundiendo al partido como un barco que, tras chocar contra un iceberg inmenso, acaba en las profundidades marinas.
“Haber creído en la campaña del fantasma de Hugo Chávez fue un error”, reconoció Oertel, entrevistado por El Mundo. Agregó: “Fue bueno hasta cierto punto, después aburrió y perdió credibilidad”.
Además de los perdedores evidentes y ya señalados, hay otros menos visibles, como escondidos en la oscuridad de un callejón.
Por ejemplo políticos de otros partidos. Ellos cayeron abatidos por las mismas ráfagas. Ahora son bajas colaterales de una guerra en la que no tenían parte, pero se autoreclutaron con entusiasmo pensando en que, de ganar Ávila, lograrían algún beneficio para ellos y sus partidos.
En ese listado, algo bochornoso, se pueden citar a Wil Salgado, Alcalde de San Miguel por el Partido Demócrata Cristiano (PDC), quien había prometido unos 100 mil votos a la causa “arenera”, pero que consiguió apenas 27 mil.
“Me monté al caballo no correcto y perdimos”, ha reconocido Salgado.
La lista de derrotados se extiende, entre otros, a Rodolfo Parker, secretario general del PDC; Carlos Rivas Zamora, de ese mismo partido; Julio Hernández, del Frente Democrático Revolucionario (FDR), cuya jugada era montarse al carro del poder con la ayuda de Arturo Zablah, pero ha terminado montándose a la nada.
De Ciro Cruz Zepeda, el emblemático líder del Partido de Conciliación Nacional (PCN) uno espera cualquier cosa, de modo no causa gran extrañeza que se haya plegado a Arena.
Fracasan los grandes
Pero hubo otros perdedores que, sin estar vinculados –aunque algunos sí —orgánicamente a Arena u a otros institutos políticos, cayeron víctimas de aquella metralla. Los empresarios de peso en este país, por ejemplo.
Los días previos al domingo, los hombres de negocios más poderosos de El Salvador hablaron sobre los “riesgos” de que el país perdiera “el sistema de libertades”.
Hombres como Roberto Murray Meza, CEO del Grupo Agrisal (Cervecería La Constancia, World Trade Center, Plaza Mundo, Hotel Radisson, Mercedes Benz, etc.), Roberto Kriete, CEO del Grupo Taca; Ricardo Poma (Grupo Poma: Toyota, hoteles Intercontinental, y un sinfín de negocios en el rubro de bienes raíces), hablaron sobre las injerencias de Hugo Chávez y su socialismo.
Poma dijo el 27 de febrero: “Nos estamos jugando la libertad, la democracia. Nos estamos jugando el futuro de nuestros hijos”.
“El Fmln no tiene credibilidad porque ha sido tradicionalmente antisistema y porque quiere establecer el Socialismo del Siglo XXI”, dijo Kriete, en una cándida entrevista a El Diario de Hoy, el 5 de marzo pasado.
Un día antes de los comicios, el 14, Murray Meza remató: “No podemos arriesgar lo que tanto nos ha costado”. Y agregó: “Con el gane de Arena se generaría una gran confianza en el país”.
Nacidos para triunfar, este grupo de acaudalados empresarios vivieron el peso de la derrota del partido de sus preferencias. Que también es su derrota, pues, expulsada Arena, se acabaron los excesos y radicalismos neoliberales a los que muchos se lanzaron, alegres.
Joseph Goebbels guanacos
Se trata de sujetos que durante toda la campaña participaron activamente desde sus trincheras mediáticas, en la causa “arenera”.
Allí está Enrique Altamirano, director-propietario de El Diario de Hoy (EDH). El trago amargo de la derrota quizá aún no termina de bajar.
Su periódico fue la expresión más visceral de un periodismo-propaganda, a favor del candidato Ávila y del partido Arena. No es raro, y es válido, que las los medios tengan su “corazoncito” político. Pero Altamirano se encargó de verter ríos de veneno contra Funes y el Fmln, llegando a distorsionar grotescamente la realidad.
Como cuando, en el marco del ya citado caso de los grupos armados, Altamirano llegó al extremo de decir que los uniformes vestidos por adolescentes que hacían una remembranza de una parada militar guerrillera, no eran de sastre, sino que originales del ejército de Venezuela.
Después dijo que el TPS peligraba si ganaba el Frente, en una burda distorsión de los hechos.
Tras el triunfo de Funes, EDH apareció el lunes 16 de marzo sin el tradicional editorial de Enrique Altamirano. Probablemente él se avergonzó, tras meses y años de ataques desmedidos, de salir con un editorial más conciliador, siguiendo el tono de moderación lanzado por Funes la noche anterior, en el discurso de proclamación de presidente electo.
Su hijo, Fabricio, firmó una nota editorial en un tono mucho más moderado.
La Prensa Gráfica también jugó ese triste papel de periodismo-propaganda. Y también la Telecorporación Salvadoreña (TCS), con un Jorge Hernández que, si bien dijo que no le temblaba el pulso para anunciar el triunfo de Funes, seguro que tragó gordo.
Joaquín Villalobos debe ser agregado en este segmento, cómo no. Otro derrotado fue Federico Hernández, presidente de Concultura. Se le vio feliz enarbolando la bandera de la campaña oficialista. Y como su partido perdió, sale entonces, el 18 de marzo, con una misiva pública admirando el talante del nuevo presidente electo. Golpes de pecho.
Salchichas Frankfurten
Otros personajes, aunque de menor peso y casi insignificantes, resultaron también derrotados en este frente mediático.
Marvin Galeas, columnista de EDH, por ejemplo. También su hermano, Giovanni, se fue en la colada. Mordido por viejos rencores del pasado, él aprovechó un triste episodio de la guerra, el asesinato de cientos de combatientes del Fmln por parte de Mayo Sibrián, un comandante rebelde, para encaramarse a la campaña del oficialismo.
De modo que, lo que en principio hubiera sido un trabajo periodístico loable, Giovanni lo desfiguró por completo con sus enroques hacia la derecha. Y su “trabajo” pronto alcanzó las pantallas de televisión, con spots calzados por Fuerza Solidaria, uno de los brazos oscuros de la propaganda de Arena.
El alemán Paolo Luers también cayó abatido en esta refriega en la que él dejó sus vísceras germánicas al descubierto. Desde sus columnas en El Diario de Hoy, Luers la agarró contra Funes y el Fmln con virulencia psicópata. Parecía querer comérselo vivo, en un arrebato caníbal-político del estilo del Dr. Lecter, el desquiciado protagonista en El silencio de los inocentes.
Luers, desde su posición privilegiada, acompañó también la campaña de Arena. Sus análisis más bien resultaban flojos, pero eso no importaba, lo que en verdad importaba era que tirara con ventilador. Con frecuencia perdió toda noción de realidad:
“Lo que importa en un presidente es el carácter”, escribió, y señaló cómo Funes, con ese carácter endemoniado que dicen que tiene, ya había perdido. Como si la cosa de dirigir un país se tratara de buenos modales.
Otras veces, sin darse cuenta, cayó en el ridículo. Como cuando aseguró que los simpatizantes del Fmln en los pueblos y cantones, tras las elecciones de alcaldes y diputados del 18 de enero, ya no apoyarían la candidatura de Funes. Por estos días debe estar comiéndose sus palabras, acompañadas de un buen bocado de salchichas de Frankfurt.
¿Quiénes ganaron? Todos aquellos hombres y mujeres que le apostaron al rompimiento de un patrón de gobierno que, por 20 años, buscó más bien el progreso corporativo y que dejó en un segundo plano las graves carencias sociales que afligen a El Salvador. (FIN/20.03.09)
La guillotina está lista y el verdugo ansioso
SAN SALVADOR- Pese a que los medios, de nuevo escondiendo cosas, no lo han reportado en su debida dimensión, lo cierto es que en las entrañas de Arena –que ha dejado el poder, tras 20 años de gobiernos neoliberales –se da una sórdida batalla interna, que se extiende allende las fronteras del partido y alcanza otros linderos de la derecha.
La fotografía pública es que la cosa se está manejando bien dentro de sus filas, con madurez.
Ante la necesidad de plantear una renovación de la dirigencia del partido, tras la derrota sufrida en las elecciones del pasado 15 de marzo, el acuerdo es que se consulte las bases del partido en todo el país. Los miembros del Coena –la dirigencia – pusieron a disposición sus cargos, pero Rodrigo Ávila, el candidato perdedor de los comicios del domingo 15, que funge también como presidente de esa estructura, ha querido mantenerlos activos.
Los ex presidentes Alfredo Cristiani, Armando Calderón Sol y Francisco Flores coordinarán ese trabajo de consulta, en lo que se ha dado en llamar la Comisión Evaluadora. Todo muy tranquilito.
Pero por dentro, el partido, y la derecha en general, son un hervidero. Como esos burdeles semi camuflados del centro de San Salvador: desde la acera de enfrente parece una pacífica tiendita, pero adentro vuelan los envases, las mordidas y las patadas de kung fu.
No sería raro que haya una disputa tan grande. Más bien es lo que se esperaría.
Haber perdido el control del gobierno, que mantuvo por 20 años, tendría que causar un remolino de agrias recriminaciones y probablemente de acusaciones personales. No es cualquier cosa lo que han dejado ir, o más bien, que les fue arrebatado a fuerza de votos por la mayoría de salvadoreños y salvadoreñas:
Se ha acabado una forma de hacer gobierno que a Arena le encantaba, por la red de privilegios que se había urdido en dos décadas. Se les ha ido de las manos ese sentirse el dueño de este país de graves carencias. Eso debe doler. Como un garrotazo político en el dedo gordo del pie, multiplicado por 20.
Los dardos envenenados van tras Saca & Co.
Mario Acosta Oertel es un líder histórico en las filas del partido, aunque actualmente fuera de la dirigencia. Es un “arenero” de pura cepa, de los que han “sudado la camiseta”, como suelen decir, alguien que se metió al juego de la política de la mano del mismísimo mayor Roberto D’aubuisson, fundador del partido.
Él es de los pocos que han comenzado a soltar la lengua, y sus palabras denotan una rabia feroz: “Soy un arenero que está preocupado, triste y enojado”.
Agrega: “Creo que los culpables, o las personas que dirigieron la derrota, tienen que ser apartados de sus cargos, porque no podemos también venir y decir: “Miren aquí no ha pasado nada, esta es una gracia” ¡No es así! O sea, ¡claro que ha pasado algo! Y ese algo es que Arena perdió”, ha dicho Acosta al periódico digital El Faro.
Saca tiene un buen grado de responsabilidad directa en la derrota, dice Acosta. Se refiere a que el actual mandatario fue el que impulsó la candidatura de Ávila, con la idea de mantener el control del partido, pese a que aparentemente había mejores cartas en la mesa.
Pero no sólo se trata del mandatario. Hay más gente. Pero Acosta dice que aún no quiere pasar a la fase de hablar con nombres y apellidos.
Lo que tocaría a continuación es el hacha, la guillotina, el descabezamiento de la cúpula que ha llevado al partido a su derrota más estrepitosa desde su formación en 1981.
“¡Creo que ya basta! Lo que todos hemos estado pidiendo –y hablo en nombre de un montón de gente —es que las cosas no pueden seguir iguales. Es que seguir iguales es un fracaso a futuro”, agrega, en la misma entrevista.
Acosta arremete también contra la Comisión Avaluadora, porque sería como que los perdedores se evalúen así mismos. O como dice el ex ministro de Hacienda, Manuel Enrique Hinds: Arena está procediendo como una empresa que le pregunta a sus vendedores, no a sus clientes, si los vendedores que han fallado en vender son buenos.
“Hasta un niño puede ver con transparencia los grotescos conflictos de intereses que plagan ese arreglo (de autoevaluarse)”, ha escrito Hinds en El Diario de Hoy.
Y continúa: “El Presidente Saca está buscando lograr con su derrota lo que no logró por a victoria: perpetuarse como líder de Arena para blindarse, controlar el partido y ser el candidato a presidente en 2014”.
Ante las demandas de descabezamientos, de limpieza interna dentro del partido, Ávila se ha parapetado: “No hay nada que limpiar”, aunque dejando entrever que la renovación dependerá de esa consulta tan agriamente criticada por Hinds y Acosta.
En tanto, Calderón Sol ha afirmado que, en un eventual relevo, habrá que darle más espacio a cuadros nuevos, jóvenes, aunque ha aclarado también que “la experiencia es valiosa y tenemos que escuchar a los líderes históricos”.
La casa de los corazones rotos
El trauma en Arena y en toda la derecha es grande. Acostumbrada siempre a las victorias desde la primera vez que el partido llegó a la presidencia, de la mano de Alfredo Cristiani en 1989, le debe estar pasando lo que le pasó a la leyenda del boxeo Sonny Liston, que tras una serie de triunfos impecables como campeón mundial, se enfrentó en 1994 al joven Cassius Clay, y mordió la lona.
El bando de los perdedores es grande y variado. Los más visibles son Ávila y Zablah y todo el equipo de campaña, además del propio Saca, como ya se apuntó.
Especial mención tendría el equipo de campaña. Arena lució poco creativa. Recurrió a las viejas tácticas que –hoy les ha quedado claro –no siempre funcionan y hasta pueden resultar contraproducentes.
Remachar una y otra vez con el estribillo del anticomunismo, en todas las elecciones, fue un recurso que, tarde o temprano –y eso ha llegado ya —terminaría hundiendo al partido como un barco que, tras chocar contra un iceberg inmenso, acaba en las profundidades marinas.
“Haber creído en la campaña del fantasma de Hugo Chávez fue un error”, reconoció Oertel, entrevistado por El Mundo. Agregó: “Fue bueno hasta cierto punto, después aburrió y perdió credibilidad”.
Además de los perdedores evidentes y ya señalados, hay otros menos visibles, como escondidos en la oscuridad de un callejón.
Por ejemplo políticos de otros partidos. Ellos cayeron abatidos por las mismas ráfagas. Ahora son bajas colaterales de una guerra en la que no tenían parte, pero se autoreclutaron con entusiasmo pensando en que, de ganar Ávila, lograrían algún beneficio para ellos y sus partidos.
En ese listado, algo bochornoso, se pueden citar a Wil Salgado, Alcalde de San Miguel por el Partido Demócrata Cristiano (PDC), quien había prometido unos 100 mil votos a la causa “arenera”, pero que consiguió apenas 27 mil.
“Me monté al caballo no correcto y perdimos”, ha reconocido Salgado.
La lista de derrotados se extiende, entre otros, a Rodolfo Parker, secretario general del PDC; Carlos Rivas Zamora, de ese mismo partido; Julio Hernández, del Frente Democrático Revolucionario (FDR), cuya jugada era montarse al carro del poder con la ayuda de Arturo Zablah, pero ha terminado montándose a la nada.
De Ciro Cruz Zepeda, el emblemático líder del Partido de Conciliación Nacional (PCN) uno espera cualquier cosa, de modo no causa gran extrañeza que se haya plegado a Arena.
Fracasan los grandes
Pero hubo otros perdedores que, sin estar vinculados –aunque algunos sí —orgánicamente a Arena u a otros institutos políticos, cayeron víctimas de aquella metralla. Los empresarios de peso en este país, por ejemplo.
Los días previos al domingo, los hombres de negocios más poderosos de El Salvador hablaron sobre los “riesgos” de que el país perdiera “el sistema de libertades”.
Hombres como Roberto Murray Meza, CEO del Grupo Agrisal (Cervecería La Constancia, World Trade Center, Plaza Mundo, Hotel Radisson, Mercedes Benz, etc.), Roberto Kriete, CEO del Grupo Taca; Ricardo Poma (Grupo Poma: Toyota, hoteles Intercontinental, y un sinfín de negocios en el rubro de bienes raíces), hablaron sobre las injerencias de Hugo Chávez y su socialismo.
Poma dijo el 27 de febrero: “Nos estamos jugando la libertad, la democracia. Nos estamos jugando el futuro de nuestros hijos”.
“El Fmln no tiene credibilidad porque ha sido tradicionalmente antisistema y porque quiere establecer el Socialismo del Siglo XXI”, dijo Kriete, en una cándida entrevista a El Diario de Hoy, el 5 de marzo pasado.
Un día antes de los comicios, el 14, Murray Meza remató: “No podemos arriesgar lo que tanto nos ha costado”. Y agregó: “Con el gane de Arena se generaría una gran confianza en el país”.
Nacidos para triunfar, este grupo de acaudalados empresarios vivieron el peso de la derrota del partido de sus preferencias. Que también es su derrota, pues, expulsada Arena, se acabaron los excesos y radicalismos neoliberales a los que muchos se lanzaron, alegres.
Joseph Goebbels guanacos
Se trata de sujetos que durante toda la campaña participaron activamente desde sus trincheras mediáticas, en la causa “arenera”.
Allí está Enrique Altamirano, director-propietario de El Diario de Hoy (EDH). El trago amargo de la derrota quizá aún no termina de bajar.
Su periódico fue la expresión más visceral de un periodismo-propaganda, a favor del candidato Ávila y del partido Arena. No es raro, y es válido, que las los medios tengan su “corazoncito” político. Pero Altamirano se encargó de verter ríos de veneno contra Funes y el Fmln, llegando a distorsionar grotescamente la realidad.
Como cuando, en el marco del ya citado caso de los grupos armados, Altamirano llegó al extremo de decir que los uniformes vestidos por adolescentes que hacían una remembranza de una parada militar guerrillera, no eran de sastre, sino que originales del ejército de Venezuela.
Después dijo que el TPS peligraba si ganaba el Frente, en una burda distorsión de los hechos.
Tras el triunfo de Funes, EDH apareció el lunes 16 de marzo sin el tradicional editorial de Enrique Altamirano. Probablemente él se avergonzó, tras meses y años de ataques desmedidos, de salir con un editorial más conciliador, siguiendo el tono de moderación lanzado por Funes la noche anterior, en el discurso de proclamación de presidente electo.
Su hijo, Fabricio, firmó una nota editorial en un tono mucho más moderado.
La Prensa Gráfica también jugó ese triste papel de periodismo-propaganda. Y también la Telecorporación Salvadoreña (TCS), con un Jorge Hernández que, si bien dijo que no le temblaba el pulso para anunciar el triunfo de Funes, seguro que tragó gordo.
Joaquín Villalobos debe ser agregado en este segmento, cómo no. Otro derrotado fue Federico Hernández, presidente de Concultura. Se le vio feliz enarbolando la bandera de la campaña oficialista. Y como su partido perdió, sale entonces, el 18 de marzo, con una misiva pública admirando el talante del nuevo presidente electo. Golpes de pecho.
Salchichas Frankfurten
Otros personajes, aunque de menor peso y casi insignificantes, resultaron también derrotados en este frente mediático.
Marvin Galeas, columnista de EDH, por ejemplo. También su hermano, Giovanni, se fue en la colada. Mordido por viejos rencores del pasado, él aprovechó un triste episodio de la guerra, el asesinato de cientos de combatientes del Fmln por parte de Mayo Sibrián, un comandante rebelde, para encaramarse a la campaña del oficialismo.
De modo que, lo que en principio hubiera sido un trabajo periodístico loable, Giovanni lo desfiguró por completo con sus enroques hacia la derecha. Y su “trabajo” pronto alcanzó las pantallas de televisión, con spots calzados por Fuerza Solidaria, uno de los brazos oscuros de la propaganda de Arena.
El alemán Paolo Luers también cayó abatido en esta refriega en la que él dejó sus vísceras germánicas al descubierto. Desde sus columnas en El Diario de Hoy, Luers la agarró contra Funes y el Fmln con virulencia psicópata. Parecía querer comérselo vivo, en un arrebato caníbal-político del estilo del Dr. Lecter, el desquiciado protagonista en El silencio de los inocentes.
Luers, desde su posición privilegiada, acompañó también la campaña de Arena. Sus análisis más bien resultaban flojos, pero eso no importaba, lo que en verdad importaba era que tirara con ventilador. Con frecuencia perdió toda noción de realidad:
“Lo que importa en un presidente es el carácter”, escribió, y señaló cómo Funes, con ese carácter endemoniado que dicen que tiene, ya había perdido. Como si la cosa de dirigir un país se tratara de buenos modales.
Otras veces, sin darse cuenta, cayó en el ridículo. Como cuando aseguró que los simpatizantes del Fmln en los pueblos y cantones, tras las elecciones de alcaldes y diputados del 18 de enero, ya no apoyarían la candidatura de Funes. Por estos días debe estar comiéndose sus palabras, acompañadas de un buen bocado de salchichas de Frankfurt.
¿Quiénes ganaron? Todos aquellos hombres y mujeres que le apostaron al rompimiento de un patrón de gobierno que, por 20 años, buscó más bien el progreso corporativo y que dejó en un segundo plano las graves carencias sociales que afligen a El Salvador. (FIN/20.03.09)