En declaraciones oficiales recientes, el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) de El Salvador mantiene el nombre del periodista Mauricio Funes en el listado probable de candidatos a la presidencia de la república en las elecciones del primer trimestre del 2009.
Funes, que ha logrado reabrir un programa televiso de entrevistas, ganador de varios premios internacionales y nacionales de periodismo, fue despedido de una televisora de propiedad mexicana debido a presiones del gran capital y de la derecha salvadoreña. Y es que “Mauricio”, como es popularmente conocido, rebasa los límites del periodismo de la gran empresa comercial.
En la visión tradicional, se concibe al periodismo más que como una profesión, como un apostolado de la “verdad”, sobre la cual no se profundiza, ni en su significado, ni en su relatividad en relación con valores e intereses, corporativos o de otra naturaleza. Lo verdadero es confundido con lo aceptado por los poderes fácticos.
¿Por qué recordar la vieja y romántica escuela de periodismo? Porque políticos y periodistas de la derecha están presionando a Mauricio para que abandone su programa de entrevistas. La excusa: ese nombre suena muy firme entre los posibles candidatos a la presidencia de la república y ello, en sus alegatos, acerca demasiado el trabajo periodístico a la política. Y no sólo eso, algunas encuestas le favorecen dentro de la militancia del FMLN, y entre la población en general.
Los críticos quieren sustentar sus ataques en que el periodismo es un trabajo “angelical”, alejado de la “sucia” política y las banalidades terrenales; ajenas a intereses y emociones; tan puro y cristalino, como el agua que un día cayó en las montañas tropicales de El Salvador.
Según esa vieja e interesada escuela, el aislamiento convierte a las personas que ejercen el periodismo en monjes de la objetividad, necesarios mártires de la violencia política y del crimen organizado (por eso estudian periodismo, porque no le temen a la muerte). Así, entran en segundo plano su honestidad intelectual, salario, seguridad física, integridad moral y la de su familia. Entonces, se proyecta como natural que un periodista sea asesinado o reciba amenazas de muerte, dentro del esquema de que “es parte de la profesión”. El periodista, bajo esa misma visión, debe alejarse de cualquier tipo de asociación, del sindicato, el colegio profesional y de cualquier organización que “manche” su objetividad. Por supuesto, tiene que distanciarse mucho más de la política y ésta es la acusación contra Funes.
La visión de ese periodismo “inmaculado” impidió que la periodista Haydeé Chicas, capturada con su cámara de video cerca de la ciudad de Suchitoto en julio pasado durante una protesta contra la privatización del agua, fuese considerada colega por el grueso de periodistas de derecha. A la captura tampoco le dieron importancia los gremios como la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), ni por la Asociación Salvadoreña de Radiodifusoras (ASDER). El pecado de Chicas es su trabajo como periodista institucional en una ONG, CRIPDES, que trabaja con comunidades rurales. El gobierno le aplicó la Ley Antiterrorista, junto a otros 13 prisioneros políticos, y sólo fue dejada en libertad luego de fuertes presiones del movimiento social del país y otras internacionales.
Sin embargo, quienes defienden la concepción ortodoxa del periodismo, no hacen lo que predican. Los gremios mencionados se unieron a una dramática campaña internacional en defensa de la RCTV, cuya licencia no le fue renovada en Venezuela. Poco importó que esa televisora haya estado involucrada en un golpe de estado, es decir, íntimamente mezclada con la “sucia” política.
En El Salvador, como en la mayor parte del mundo, los grandes medios de comunicación social son millonarias empresas que deben ser tolerables políticamente para que puedan coexistir con sus aliados naturales, el gran anunciante y el poder político. De lo contrario, arriesgan su supervivencia. Los anuncios provienen de la banca, las tarjetas de crédito, líneas aéreas, franquicias alimenticias, petroleras, grandes empresas de servicios y del gobierno “amigo”. El periodista, hombre o mujer, debe tener consciencia, de que por esa situación su trabajo, lo quiera o no, está entrelazado con lo político. No se trata de demonizar en lo absoluto esa mutua dependencia, periodismo – mercado – poder político, no, es focalizarla como una realidad, invisible en la visión romántica, aunque obviamente “otro periodismo es posible”.
El periodismo no está sobre la ciudadanía
En ninguna parte de la Constitución de la República de El Salvador se excluye a los periodistas de sus derechos civiles y políticos. La derecha lo entiende muy bien. El partido de gobierno tiene y ha tenido muchos periodistas en la planilla de casa presidencial, oficinas de inteligencia, curules y alcaldías. Hasta ahora no ha habido casos en que, previamente a ser candidatos, periodistas simpatizantes o militantes del partido oficial hayan sido, por rumores o propuestas, presionados a renunciar de sus medios de comunicación.
Que el sector de periodistas entre a la política partidista, entonces, nunca ha sido problema. El actual Presidente de la República Antonio Saca, ex periodista deportivo, fue dirigente de la asociación de grandes empresas ANEP, punta de lanza de la derecha, y ahora es presidente del partido derechista ARENA.
Mauricio Funes no es militante del FMLN; sí se considera de izquierda, y su nombre sigue sonando como una “buena carta presidencial, conocedor e inteligente”. Podría en todo caso como candidato, sumar potencial al voto duro efemelenista, que se considera insuficiente para ganarle a una alianza de la derecha que está en construcción, temerosa de la primera derrota electoral en la posguerra.
Quién sabe si su candidatura quede en rumor o propuesta. Eso se sabrá en el corto o mediano plazo. Lo importante ahora es que Mauricio siga ejerciendo el periodismo con honestidad y equilibrio. Y que la prensa de derecha intente hacer lo mismo.
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